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Resolución sobre Nuestra Comunidad Apostólica
“Que
todos sean uno para
que el mundo crea que Tú me has enviado…” A
fin de ser auténticamente Salvatoriano e invitar a otros a serlo, nuestra vida
consagrada en comunidad debe ser testimonio de una comunión de amor, impulsar
nuestra misión, y ser flexible a nuestros apostolados, apoyar a los miembros en
sus trabajos y ministerios y manifestar nuestro carisma. Para lograr eso,
estamos llamados a renovar nuestra vida en
comunidad. Hoy los Salvatorianos de todo el mundo vemos que esta renovación
puede continuarse mediante las siguientes iniciativas: ·
Cultivamos
formas de oración comunitaria centradas en Cristo, que sean el hilo conductor
de nuestra identidad apostólica y que estén enraizadas en una reflexión
compartida de nuestra experiencia de Dios en la Palabra, la Eucaristía y el
apostolado. (C 401-403; 501-504). ·
Enfatizamos
en la formación inicial y permanente que nuestra vida y servicios en la
comunidad tienen un valor apostólico en sí mismos, que cada individuo está
llamado a comprometerse en las necesidades y apostolados comunitarios, y que
cada actividad apostólica individual debe expresar nuestro carisma. (C
311,326). ·
Valoramos
nuestras reuniones comunitarias por su capacidad de enriquecer y fortalecer
nuestros vínculos como comunidad de fe, es decir: por su calidad y regularidad
y no solo por su cantidad o larga tradición. (C 406). ·
Creamos
ocasiones a fin de expresarnos mutuamente nuestra necesidad de perdón y
reconciliación, de tal manera que respetemos y aceptemos más plenamente la
individualidad de cada uno. (C 309,326,404,405,509). ·
Utilizamos
todos los medios apropiados que nos puedan ayudar a comunicarnos y dialogar de
una forma más efectiva, a intercambiar experiencias y asuntos personales, así
como a darnos y recibir apoyo mutuo. (403,405). ·
Abrimos
nuestra vida comunitaria a una integración más plena con la Familia
Salvatoriana y a relaciones más profundas con hombres y mujeres que tengan
aspiraciones apostólicas y espirituales similares a las nuestras, a la vez que
respetamos las diferencias de estilos de vida. (C 107-108). ·
Evaluamos
la sencillez de nuestro estilo de vida e integramos a través de una mutua
interacción nuestras comunidades en la realidad de las personas a las que
servimos, conscientes de nuestra obligación de ser solidarios con los pobres.
(C 315, 403). ·
Formamos
a nuestros líderes a fin de que consideren su papel como un servicio y una
responsabilidad compartida, nos comprometan en el diálogo en el discernimiento
comunitario y en una planeación apostólica, así como a poner en práctica las
iniciativas de esta resolución (C 324-326; 405,406; 701-704). En
nuestros esfuerzos por renovar nuestra vida comunitaria, nos inspiramos en los
Apóstoles en Pentecostés: "Se dedicaban unánimes a la oración, junto
con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús y sus hermanos... Cuando
llegó el tiempo de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar, y se
llenaron del Espíritu Santo comenzando a hablar en diferentes lenguas, en las
que el Espíritu Santo les invitaba a hablar".
(Cf
Hch 1,14; 2,1-4).
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